Para el 2012 es tarde


Hace meses vengo pensando en la misma cosa. No todo el tiempo, solo cuando me percato de alguna seña particular que me lo recuerda. Al principio pensé que estaba loco, como todos creen cuando alguien plantea algo así, pero con el paso de los días las señales iban siendo más evidentes, explícitas incluso: ahí supe que estaba tras la pista de algo serio y desde entonces se ha convertido en idea recurrente. Después supe que varias personas en el mundo estaban pensando lo mismo y con supuesta evidencia, si la suya coincidía con la mía podría contactarme con ellos, de alguna manera, y plantear una teoría oficial en los medios de comunicación de todo el globo. Hace meses vengo pensando en el fin del mundo, El Fin del Mundo.

Todo comenzó una tarde dominguera de resaca tranquila y calurosa, ya había pasado la peor parte del asunto y me urgía una cerveza. Cuando llegué a mi sitio preferido para adquirirla, ¡oh, sorpresa!, me encuentro con que estaba rigiendo una jornada obligatoria de sobriedad departamental, dizque Ley seca. De inmediato fui a verificar lo que me informaban y, en efecto, las neveras que contenían el líquido preciado estaban selladas con cadenas, como si fueran culpables de la injusticia a la que estábamos sometidos. Solo una de ellas parecía haberse salvado, estaba al lado de las otras, esperando a que alguien la abriera y la librara de un poco de peso. No creía lo que mis ojos veían, si recuerdo bien, una lágrima de alegría brotó de uno de ellos. ¡Tanta dicha no podía ser cierta!, ¡de eso tan bueno no dan tanto!

            ―Es lo único que nos permiten vender hoy ―me dijo la dueña, viendo la esperanza que brotaba de mis ojos―, es cerveza sin licor.

Esa fue la frase que me cambió la forma de ver las cosas. En ese instante me di cuenta del problema que iba a acabar con el mundo, entendí que si la lógica se extinguía, esto se finiquitaba, nos íbamos con ella. Me llegaron las peores imágenes a la cabeza: los niños trabajando en las calles, los enfermos muriéndose en la puerta de los hospitales, la esclavitud, las cruzadas, el oscurantismo, la mariguana ilegal, el capitalismo, los pájaros tirándole a las escopetas… ¿a dónde llegaría esta dizque civilización si continuaba dándole paso a productos tan infames como la cerveza sin licor?, ¿a quién, en sus cinco sentidos, se le ocurriría pensar en el licor sin licor? Pero él no estaba solo, di un vistazo rápido a otros productos en el lugar y alcancé a ver el café sin cafeína, los lácteos sin lactosa o la carne sin carne. No soporté más estar ahí. Compré la cerveza y volví corriendo hasta la casa.

Yo tenía información de El Apocalipsis y de Los Mayas, dos teorías planteadas hace miles de años y por eso nunca me llamaron la atención, pero investigando, con cerveza en mano, me enteré de que hay por lo menos diez teorías más ―sin contar el holocausto zombie ni la invasión alienígena― que vale la pena revisar a fondo. Calentamiento global, malformaciones genéticas, catástrofes naturales epidemias virales, erupciones volcánicas, golpes terroristas, impactos de cuerpos celestes, agujeros negros, estallidos de estrellas y hasta la toma del poder por parte de los robots. Todas estaban sucediendo. Todas.

Desde hace unos meses vengo pensando en lo mismo, casi todos los días algo me dice que El Fin del Mundo está cerca y, estoy convencido, va a ser por la ausencia de la lógica. No sé si vaya a ser por el regreso triunfal de Jesucristo o de Los Mayas, no sé si vaya a llover fuego, si abunde el azufre, si llegan unicornios voladores, si caen meteoritos, si despiertan todos los volcanes o si explota el Astro Rey, esta vaina está en tiempo extra y nadie se va a salvar. Yo, por mi parte, he decidido quedarme sentado esperando a que suceda y ojalá, cuando ese día llegue, yo tenga una cerveza con licor en mis manos.

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El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.