Hace unos días atracaron a
una amiga mía, cuando supe la llamé, preocupado por su integridad, y para mi
sorpresa me contestó tranquila y hasta contenta. Conocí de primera mano los
detalles: estaba esperando el bus en un paradero, sola, se acercaron dos
sujetos aparentemente inofensivos, un señor y un adolescente, bien vestidos, ―padre
e hijo, pensó ella― y en cuestión de segundos los tenía a unos centímetros.
Ambos la saludaron con amabilidad y le dijeron un nombre ―que no recordaba y
seguramente no eran reales―, la invitaron a sentarse, el mayor le enseñó un arma
de fuego muy bonita y le informó que, por desgracia, esa vez iban a tener que
despojarla de sus pertenencias; le indicó que se abstuviera de escándalos
porque, definitivamente y si no quedaba otra opción, iban a herirla. Le
insistió en que ninguno de los tres quería heridos.
Cuando terminó de contarme
la historia yo ya estaba planeando cómo escribir el cuento, solo faltaba que me
contara el final emocionante o inesperado, pero la historia terminó con ellos
apartándose y ella llegando en taxi hasta la casa por cuenta de ellos. Un final
bizarro y bueno, pero lo más importante es el mensaje que quisieron dejarle, me
dejaron y deseo dejar: no importa lo que se haga, con la decencia cualquier
cosa mejora. Todo hay que decirlo, ¡qué ladrones tan decentes!, con un cambio
de concepto crearon distinción de marca, mejoraron el servicio al cliente,
lograron dejarlo menos insatisfecho, mejor dicho, ¡qué buen trabajo de branding solo con la decencia! Con el
siguiente Micromanualito de ética para
cacos, usted, amigo hampón, va a poder conseguir que los clientes le
prefieran a la hora de verse acorralados en un atraco.
NOTA
DEL EDITOR: El
Sujeto que cavila no apoya este tipo de actividades bajo ninguna
circunstancia, el texto se elabora con el único fin de fomentar la buena praxis
entre los integrantes del gremio.
Señor rufián, entendiendo
que hace lo que hace como última opción y no por elección personal, que es por
necesidad, preste atención a los siguientes puntos:
Respeto.
Nadie entrega nada con gusto si se siente intimidado. Usted, como ejecutante de
la acción principal, no debe mirar excesivamente al cliente y menos con cara de
quererlo violentar, mucho menos hacer el ademán, y por ningún motivo, llegar a
la violencia (ni verbal ni física). Recuerde que la decencia no lo va a hacer
menos efectivo, y, al contrario, puede confundir, de entrada, a la otra parte.
Saludo. Esencial
en cualquier transacción, presencial, virtual, individual, grupal, como sea.
Con mi poca experiencia en transacciones lo único que sé, es que siempre se
saluda. En su caso, señor caco, logra desconcertar al cliente y le proporciona
un poco de seguridad, teniendo en cuenta las circunstancias. Preséntese, dele
su nombre (sin apellidos) con tranquilidad pero no su alias.
Atuendo.
Busque comodidad pero no llegue al exceso de la informalidad. Luzca sus mejores
prendas cuidándose de ser clásico y para nada llamativo, recuerde que una
prenda única lo puede hacer caer en alguna pesquisa policial y le facilita el
trabajo a los investigadores. Además de aportarle a su labor estaría ayudando a
su autoestima, báñese bien, aféitese, no consuma drogas mientras esté de turno
y con uniforme, cuide su imagen porque será la primera y ―ojalá, para el
cliente― última impresión que usted va a dar. Si no cree en los buenos
resultados del traje, fíjese cómo le va de bien a los ladrones que ejercen de
corbata.
Claridad. Sea
conciso y explícito. Ponga al cliente al tanto de la situación, cuéntele sus
condiciones en los mejores términos y, por lo que más quiera, haga énfasis en
aclarar que no va a ser utilizada la violencia de no ser necesaria, si tiene
oportunidad de sentarse a conversar con el cliente, hágalo, ofrézcale asiento
para que asimile mejor la situación. Esta operación no le debe tomar más de un
par de minutos porque lamentablemente es una labor dependiente de la eficacia y
la rapidez, pero se mejora con la elegancia y los buenos modales.
Asepsia.
Sus
herramientas de trabajo deben estar impecables y preferiblemente esterilizadas.
Puede parecerle exagerado pero le recomiendo seguir todas o la mayoría de
reglas de bioseguridad (que no me corresponde hacérselas saber), incluyendo el
porte de botiquín y el curso de primeros auxilios, de seguro le van a ser
útiles. Mata dos pájaros de un solo tiro ―sin matar a nadie, que quede claro―,
evita accidentes dolorosos y logra que sus instrumentos luzcan pulcros y dignos
de ser utilizados, nada de cuchillas oxidadas, jeringas usadas o armas de fuego
engrasadas, sea estricto con este punto, no escatime esfuerzos, recuerde que es
por su seguridad y la de sus clientes.
Garantías.
Supongo
que después de todo, no es su intención que el cliente tenga problemas llegando
a su hogar o al sitio a donde se dirigía antes de encontrarse con usted,
tampoco es posible que se quede sin sus pertenencias íntimas y sin valor
comercial, sea práctico; devuelva la papelería que lo identifique, las cartas
amorosas, los condones (si están en la billetera, seguramente no sirven ya) y
la tarjeta del celular. No ponga en riesgo al cliente, asegúrese de que no
tenga que hacer filas en entidades públicas y si es posible, reembólsele algo
de dinero para los pasajes. Evítese disgustos, malentendidos, y, sobre todo,
dilemas morales.
Cordialidad. Es
lo primordial, la piedra angular de este micromanualito, recuerde siempre
saludar, sonreír y despedirse. Los buenos modales, vale recalcar, son vitales
para cualquier negociación, la cordialidad facilita la socialización y hace que
el mensaje llegue de mejor forma. Si se le impregna un poco de ella a todo el
proceso, es casi seguro que el ambiente laboral se torna positivo, la clientela
tenderá a incrementarse y, lo más importante de todo, se consigue la plenitud
del espíritu que solo se siente cuando la conciencia está limpia.
Con los anteriores puntos,
usted, señor ratero, bandido, malhechor, o como prefiera que lo llamen, va a
lograr que sus sesiones y sus gestiones mejoren en rendimiento y en eficacia,
son casi una garantía de buen rendimiento en su actividad delictiva, pero, eso
sí, dejando claro que robando también se puede ser decente. Llénese de buena
energía cada mañana, deje los problemas en casa, empéñese en entregar un buen
servicio y en empapar de su buena actitud al cliente, que, como todos sabemos,
es lo más importante.