¡Pero claro que hay que
lincharlos! Como ciudadanos de bien, honrados, llenos de valores, tenemos
derecho a matar a golpes a cualquiera que se nos entre en gana y con la saña
que sea necesaria en cada caso. ¿Cómo es posible que dejen libres a esas ratas
inmundas que lo único que hacen es robarnos las cosas a nosotros, los buenos,
que solo matamos a golpes y en turba? Es increíble que la justicia de este país
nos tenga tan acorralados que lo único que se nos ocurre hacer es matar; matar
para que no haya más muertos. Que no haya más muertos de los buenos, de
nosotros, de los ciudadanos llenos de valores. No importa lo que se haya
robado, ladrón es ladrón: cualquier día es uno la víctima y se gana una puñalada
de algún hijueputa.
Nos urge que legalicen el
porte de armas, necesitamos con prontitud un cambio en la legislación que nos
permita defendernos de esa gentuza que solo intenta vivir de nuestro esfuerzo, de
nuestra honradez, de nuestras buenas mañas. Las leyes están hechas a favor del
ladrón y en contra de la turba asesina, el primero puede hacer lo que quiera
pero nosotros, los buenos, podemos ir a la cárcel, como si matar una rata fuera
algún crimen. El pueblo se cansó de aguantarse la impunidad y por eso, en aras
de salvaguardarla, está matando impunemente al que se le atraviese. Porque no
solo deben morir molidas las ratas sino todos sus cómplices, los defensorcitos
de derechitos humanitos, esos que no apoyan los linchamientos y pareciera que
están del lado del criminal. Para ellos también hay palo, la próxima vez.
Lo que nos tiene mal es la
desunión de la gente, la falta de pertenencia por el lugar que nos
correspondió: cuando vea que hay un ladrón acorralado, acérquese al tumulto y
aporte un grano de su evolución, para eso le dieron el pulgar oponible, para
utilizarlo con inteligencia. Para eso le dieron la conciencia, para utilizar su
fuerza bruta. Porque ya no se nos ocurre nada más con ellos, con la violencia
que ejercen, por eso es que los estamos matando. Pero con valores. Porque eso
sí, pregúntele a cualquiera de la turba asesina, puedo asegurarle que ninguno
ha robado nada: todos pagan impuestos, compran todo original, en la vida han
descargado música, películas o algún material con exclusividad, no saben nada
de contrabando y siempre han devuelto las candelas prestadas: podemos tener
presuntos asesinos despiadados, pero jamás de los jamases vamos a tener
ladrones. Impensable.
Es sabido por todos ―menos por los que se
quieren hacer los ciegos―
que nuestro objetivo no pretende ser negativo y que, por el contrario, buscamos
educarlos, tanto como nosotros; por eso no golpeamos a la víctima, acariciamos a la ratica. Nuestros
excelentes valores morales nos ponen por encima de cualquiera que no piense
igual y nos obliga a enseñar un poco de civismo por los métodos más eficaces.
Le podemos asegurar que con la primera linchada, el ladrón va a entender que
robar es malo y va a dar con un mejor estilo de vida buscándose otro empleo. Es
más, después de eso, la ex rata no va a guardar ni odio ni resentimiento, no va
a tener acceso jamás a una navaja ni a una pistola y menos, va a tener ganas de
cobrar venganza a la sociedad por una paliza que le dieron.
O sin irnos a los
extremos, podemos dejarlo inconsciente y sin una mano: así no va a poder robar
nunca, como hacen en los países menos civilizados de Asia. Al violador le
podemos cortar el pene para que nunca lo vuelva a usar de mala manera, y
además, le escondemos todos los palos que tenga disponibles para que no se le
ocurra empalar a nadie, ya que no cuenta con instrumentos propios. Y al
mentiroso, le mochamos la lengua para que reflexione y comprenda cómo es que
debe hablar. Al bizco le sacamos los ojos con el fin de que corrija su mirada.
Y así, sucesivamente y con el pasar de los muertos, lograr la tan anhelada raza
perfecta que llevamos buscando por tantos años, con gente decente y repleta de
buenos valores, como lo quisiera nuestro Procurador.
Por eso y por más
razones que todos conocen ―menos los que se quieren hacer los ciegos―, hago un llamado al
pueblo para que reflexione y se cuestione sobre sus valores, ¿cómo es posible
que a esos ladronzuelos los suelten al otro día pero a cualquiera de nuestros
honorables asesinos le caiga todo el peso de la ley?, ¡o todos en la cama, o
todos en el suelo!, no es justo que delinquir sea más ilegal para unos que para
otros. No importa que asesinar sea peor que robar, no importa eso, lo único que
pedimos es que un delito sea igual que el otro, al fin y al cabo, delincuente
es delincuente, ¿no?
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