Todavía no creo que sea cierto lo que está pasando. Desde que
empezaron a investigar al ex presidente Uribe, no me había sentido con tanto
dolor de patria. Ni siquiera cuando le entregaron el país a la guerrilla; ni
siquiera en ese momento me sentí tan agredido. Desde ayer y gracias a la Corte
Constitucional, las parejas homosexuales tienen el derecho de adoptar hijos en
Colombia: ahora resulta que además de ser un país en desarrollo, somos cultural
y sexualmente diversos. ¡JÁ!, permítanme que me ría. Esta es, ha sido y será
una sociedad fundada en y regida por las bases machistas del catolicismo
alcanforado y nada, léase bien, NADA va a lograr cambiar las conciencias
corroídas de tantos compatriotas. Ni los políticos con sus leyes incluyentes,
ni los discursitos humanistas que hablan de igualdad, menos con esa estupidez
de los derechos humanos. Es obvio que se equivocaron y ya van a ver por qué.
Ahora nosotros, los ciudadanos
de bien, tenemos que soportar que las minorías hagan con el país lo que se
les venga en gana. Niños criados por dos papás o dos mamás van a tener que
convivir con los nuestros, que a duras penas conocen a la que los parió. ¿Qué
van a decir nuestros hijos cuando vean que hay niños que no reciben golpes en
la casa?, ¿qué van a pensar cuando entiendan que un niño puede ser normal si
los padres son homosexuales?, ¿acaso van a llegar con las mañas del respeto a
la diversidad? ¡No faltaba más! Mis hijos no van a respetar nada, menos la
diversidad, menos la sexual y menos, aún, la diversidad sexual de un montón de
maricas. Las cosas son como son y nada tiene por qué cambiarlas. Si no nos
respetamos los derechos entre heterosexuales, ¿por qué vamos a tener que
respetarle los de los homosexuales? Hay que pensar bien.
Y no me estoy quejando por quejarme,
realmente me siento inconforme con la decisión, creo que agredieron mi moral,
la moral colectiva, irrespetaron el sagrado significado de la familia. Los
niños tienen que saber que la familia tradicional colombiana está conformada
por una madre soltera ―con
vagina legítima―,
un padre ausente ―con pene real― y
unos hijos bastardos. Que a veces, solo a veces, los hijos tienen la fortuna de
convivir con ambos padres pero con la condición de que el papá ―con pene real― sea quien ejerza el control
por medio de la violencia; la mamá ―con
vagina legítima― a veces violenta, pero es una función
netamente paternal. En la familia tradicional colombiana es normal el consumo
de drogas en frente de los niños, la violencia física es pan de cada día y ni
hablar de la tortura psicológica o de los traumas. Cualquier grupo con vínculo
sanguíneo que se salga de esos parámetros, no merece ser llamado familia. Al
menos no aquí.
No nos podemos hacer los ciegos frente a
todo lo que se avecina. Me preocupa lo que puedan pasar en un futuro, porque es
eso lo que más me intimida: el futuro. No es por el derecho a la familia que
tienen todos los niños, no. No es por el hecho de que parejas de homosexuales
vayan a salvarle la vida a un puñado de inocentes que nacieron perdidos, no. No
es por el hecho de que todas las personas tengamos los mismos derechos sin
importar la identidad sexual, no. Tampoco es porque haya que darle prioridad a
los problemas de la niñez colombiana, ni mucho menos, eso no importa. Todo esto
es por el orgullo, por el orgullo hetero. En Colombia, toda la vida hemos
pisoteado la dignidad de los homosexuales, ¿por qué vamos a tener que empezar a
respetarlos ahora?
Este es un llamado a toda la comunidad
HMGDB (Hombres, Mujeres y Gente De Bien) para que nos unamos y hagamos sentir
nuestra voz de protesta. Somos mayoría y no hay nada más peligroso que un
montón de gente ofendida y sin educación: porque eso somos, estamos cansados de
que nos pisoteen la honra, necesitamos hacernos respetar y si es necesario,
exigiremos el respeto a los golpes, como hemos venido haciendo por años. No
podemos permitir que un puñado de gente con gustos diferentes a los nuestros
quiera criar a los niños que hemos abandonado al azar con tanto esfuerzo,
porque eso es lo que significa todo esto: ellos quieren criar los hijos que
botamos nosotros, los respetables y honorables heterosexuales de bien.
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