La primera entrada de este
año quiero que sea cordial, deseándoles de antemano mucha prosperidad para este
2016. Pero basta de cordialidades, porque hoy quiero quejarme. Yo sé que no
estamos en tiempo de quejas porque apenas empieza el año, pero quiero quejarme:
no sé de dónde sale tanto amargado en esta tierra. Está bien que no estén de
acuerdo con algo, pero no se deben meter donde nadie los ha llamado; es que es
el colmo, ¿a quién, en sus cinco sentidos, se le puede ocurrir ir en contra de
lo que identifica a un pueblo entero?
Por más que se rasguen las
vestiduras esos que se creen europeos de mejor familia, hay cosas que nunca van
a cambiar, menos en diciembre, menos en
Colombia y menos en Medellín. ¿Cómo es posible que un puñadito de pendejos que
se indignan con nada, sean capaces de hacer que prohíban nuestras tradiciones?
O sea, no les bastó con lograr la desunión familiar en época navideña con la
prohibición de las marranadas, sino que ahora quieren que los niños no
manipulen pólvora, que no se tiren globos de mecha, que no se cierren las calles
sin permisos previos, que no se incineren muñecos de trapo rellenos de pólvora.
Hay que aclarar las cosas:
primero, los sacrificios siempre han sido tradición en nuestro pueblo, y no
solo en el nuestro, en muchos pueblos. Los Incas y los Mayas, dos de las
civilizaciones más avanzadas, ofrecían sacrificios también, a veces humanos.
Que agradezcan los amargados que acá solo sacrificamos marranos, así es que mantenemos
la unión familiar, ¿cuál es el problema? Segundo, nuestros niños siempre se han
divertido con pólvora, desde que tengo memoria, y solo hasta ahora se vienen a
preocupar por ellos. Es normal que se quemen, así es que aprenden a usar la
pólvora, por lo menos así aprendíamos en mis tiempos y casi todos resultábamos
con los dedos completos y los ojos intactos. Nadie puede venir a decirnos qué
le podemos permitir a nuestros niños, nosotros sabemos bien lo que ellos
quieren. Y tercero, si cerramos las vías y hacemos quemas de muñecos, es porque
así se hacen las cosas. ¿Qué quieren, que nos encerremos a las once de la noche
a dormir y a vivir la vida normal como si no pasara nada y el otro día fuera
otro día igual? ¡Pues no, la pólvora se quema, toda, los globos se tiran,
todos, y los marranos se mueren, todos!
Los amargados no han
entendido que los muertos por balas perdidas y los incendios en Medellín, son
tradición. Los niños quemados solo dan muestra de nuestra idiosincrasia, los
mutilados son parte de nuestro folclore y los borrachos, parte del paisaje. Es
que no pueden ver a un pobre contento. Que si mata marrano, malo; que si quema
pólvora, malo; que si cierra la calle, malo; que si vende licor más barato,
malo; que si lo compra más barato, también malo; y las autoridades,
incompetentes, por demás, se protegen en la ley para ayudar a los amargados argumentando
dizque escándalo en vía pública, evasión de impuestos, falsificación de
alimentos y otra clase de sandeces que se inventaron para aguarnos la fiesta a
los que más la necesitamos.