Cartas a Carito


La última noticia que tuvo de ese niño fue la tercera carta. Carito era la más alta de la clase cuando llegó nuevo al salón, lo presentaron como de otra ciudad cuando no había necesidad, se le notaba que venía de otro lado, se le notaba en las manos y en los ojos. El primer día no habló con nadie, no supieron si podía hablar o no. Al segundo día supieron que sí hablaba, y que hablaba mucho, solo que no hablaba con las niñas, las relaciones las establecía estrictamente con los de su mismo género. Desde el principio se mostró cortés, educado y participativo, siendo el nuevo de la clase buscaba la manera de encajar bien en todos los grupos y subgrupos que llegaban a existir en el aula, en pocos días llegó a la categoría de popular y su fama trascendió paredes. El rumor llegó como aleteo de mariposa a los oídos de Carito: el nuevo estaba enamorado de ella, no de Claudia, ni de Marisella, como el resto de niños. Ella supo en clase de aritmética, entre isósceles y escalenos, mientras lo miraba tomar nota incómodo con la mano derecha en la única silla para zurdos que tenía el salón, la que se le había asignado mientras le conseguían una para diestros, aunque no alcanzaron. Ese día, en medio de un triptongo, recibió la hoja doblada en cuatro partes medianamente iguales, que no revisó sino hasta que llegó a la casa. La leyó sin interés pero con emoción y aunque no tenía remitente, supo que era la incómoda caligrafía de un diestro que se defendía sobre una silla para zurdos; en la primera carta se presentó y le explicó que él no estaba acostumbrado a hablar con niñas, que él les escribía.

Esa semana terminó con los ojos de Carito sobre él, que aunque no le devolvía las miradas en el transcurso de las clases, se desbordaba en cortesía cuando le tocaba. El sábado y el domingo estuvieron cargados de sentimientos encontrados para ella, realmente no le gustaba el niño nuevo, se había sentido halagada por estar en la mira de un varón, pero no estaba convencida del todo. Es que era muy bajito para ella. A sus once años ya medía más de diez centímetros que el resto de sus compañeros y compañeras; sí, era más alta que el más alto de los niños del salón y él, el nuevo, pues era de los pequeños, ¿cómo se verían en un abrazo?, era como estar con el hermanito menor, aunque no tenía hermanitos. Además ella no tenía permiso para tener novio, lo que siempre le habían dicho era que primero había que estudiar, que después habría mucho tiempo para esas cosas, que, entre otras cosas, no eran propias de esa edad. Pero el lunes, mientras repasaban los departamentos y las capitales con el mapa colgado en la mitad del tablero, recibió la segunda carta. Esta vez venía acompañada de una margarita de las mismas que tenía el jardín de la entrada del colegio, y además, con la ayuda de alguna superficie propicia y cómoda, la letra parecía ser más legible. Esta vez, cuando lo miró, la estaba mirando. Sostuvieron la mirada por tres eternos segundos que fueron suficientes para secar los ojos de Carito, y, al parpadeo, el niño nuevo estaba repitiendo en voz alta con el grupo la capital de Yopal. El mensaje de la segunda carta traía claras las intenciones, ella le parecía muy linda pero sobre todo muy decente, no como Claudia y Marisella, tan inmaduras, tan corrientes. Por primera vez dejó de pensar que era demasiado pequeño, ahora ella, de pronto, era demasiado alta. Y eso no era problema, todo se solucionaba con una pequeña flexión de rodillas, ¿o acaso dolía?

El martes empezó con el sol entrando por la ventana del salón. Ella llegó después de la profesora, se sentó en su puesto y esperó a que se llenaran uno a uno los pupitres. La mirada que comenzó ilusionada y contenta se tornó a melancólica cuando no vio llegar al niño nuevo, estaban todos y todas, menos él. Cuando estaba escribiendo el título del tema que iban a explicar, se acordó de él, se iba a atrasar, pero ella le iba a prestar el cuaderno. Dudó para escribir fungi, pero se esforzó en hacer letra clara para que él pudiera ponerse al día sin problema. También lo recordó en el recreo y le guardó una de las galletas para entregársela con el cuaderno de ciencias naturales. Pero en la última clase, la profesora de español la llamó aparte y le entregó la tercera carta. Esta vez no tenía flor. No vio la hora de llegar a la casa para leer la carta sin estar rodeada de niñas envidiosas y chismosas; de Claudia y de Marisella, salió corriendo sin despedirse de nadie cuando anunciaron la hora de salida y en menos tiempo del que le tomaba llegar a donde vivía, Carito inició la lectura de la última noticia que tuvo del niño nuevo. Sintió el peso de tres elefantes rosados sobre la espalda: por alguna razón que no le explicaba por escrito, solo podía esperarla quince minutos después de salir de clase, solo ese día, allá le contaría todo y, además, quería saber si ella le correspondía, necesitaba alguna respuesta. Si el tiempo hablaba solo, él iba a entenderlo, no era la primera vez que una niña más grande lo rechazaba, pero no se lo decía por ser grosero, sino para evitarle remordimientos. Y el tiempo había pasado mientras ella corría contra el viento por los jardines que, casualmente, tenían las mismas florecitas del jardín de la entrada del colegio. El niño nuevo no volvió al otro día. Tampoco al siguiente. Carito llegó a la conclusión de que no podía llegar a ninguna conclusión porque nadie sabía nada, ni las profesoras, ni los amiguitos, ni el mismo director. Guardó las cartas en una bolsita de terciopelo donde tenía la ropa de las muñecas viejas y esperó a que llegara alguna carta nueva.

1 comentario:

Ninfa De Géminis dijo...

de todas, Esta es mi favorita. Felicitaciones!!

El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.