La tercera del noveno

Detestar el ambiente de los hospitales es casi tan malo como tener que ir a uno Es inevitable, algún día nos vemos enfrentados ante una situación que nos obliga a entrar en alguno de esos cementerios de vivos, y ahí estaba yo Aunque no era yo la enferma, entrar a un hospital me inducía a ese estado; me empieza a doler algún hueso, me da taquicardia y se me van las luces o me dan náuseas Hay dos tipos de enfermos, los de hospital y los sanos Los primeros siempre llevan la peor cara mientras que los otros caminan por ahí sin mostrar lo mal que están Las recepciones de los hospitales son la antesala de lo que se esconde tras ese montón de puertas cerradas, niños tosiendo, férulas rayadas, profesionales cafeinómanos, miradas indiferentes y ancianos dormidos Blanco, todo muy blanco, como para morirse ahí, como si todo estuviera dispuesto para entregar la vida, como diciéndole al enfermo entréguese, déjese llevar, ríndase, acá no hay más opción Un hospital es un cementerio de vivos engañados, pero a diferencia del hospital, el cementerio no me da tanto frío Pregunto por su nombre y me registran con el mío Camine hasta el fondo, me dicen, noveno pasillo a la derecha y luego a la izquierda en la tercera puerta, me dicen Algún niño tose en la recepción, la mamá le organiza el cabello y se fija resignada en el tablero de turnos En los hospitales todo se trata de turnos, es tu turno o no es tu turno Solo tienes un turno Camino rápido y paso los primeros pasillos Ancianos y niños, justo como en los parques, pero sin palomas Las palomas transmiten enfermedades, pero no necesitan estar en hospitales Al menos no en hospitales tan blancos y tan fríos No cuento los pasos porque no quiero parecer enferma y correr el riesgo de quedarme ahí, tampoco me preocupa pisar las líneas de los baldosines; no es cuestión de vida o muerte Dos enfermeras salen de un cuarto hablando entre ellas Me imagino que están conspirando contra algún enfermo Las enfermeras me generan la misma impresión malvada que las monjas y las maestras de escuela Entro al cuarto luego de tocar tres veces Adentro sí puedo contar los pasos Uno, dos, tres, cuatro Lo miro y me mira

            ― Pensé que no venías
            ― Ya ves
            ― Ya veo
            ―¿Todo bien?
            ―Ya ves
            ―Ya veo

Cambié el agua de las flores, estaba con puntitos blancuzcos Olía como en casa, el olor del viejo lo acompañaba a todos lados Es la colonia, me decía mamá, nunca ha cambiado de marca Empaqué la ropa sucia en una bolsa negra y la puse a un lado de la camilla Saqué un libro de mi bolso de mano y leí un par de capítulos acompañada de su silencio Los hospitales promueven la lectura Yo lo miraba sobre el libro, según me iba cansando de leer Se la pasó mirando el techo con la misma tranquilidad de siempre Estaría pensando en morirse

            ―¿Te gustaría?
            ―¿Morirme?
            ―Sí
            ―Sí

Cerró los ojos


            ―Apagá la luz antes de cerrar la puerta

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El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.