Hace poco tuve la oportunidad de compilar y redactar unas cápsulas deconducción que los lectores del blog me agradecieron mucho, pero estuve
revisando y creo que quedaron demasiado generales. Eso es bueno porque hasta un
peatón se puede instruir de ellas, pero es malo porque se quedan cortas cuando
se ve desde el punto de vista de cada medio de transporte: no van a ser iguales
las instrucciones para un ciclista que para un discapacitado en silla de
ruedas, no van a ser iguales las instrucciones para un automovilista que para
un motocicleto. De la conducción de carros solo conozco la parte en que voy en
el sitio del acompañante y no me estreso por nada, pero como soy motociclista,
ya puedo dar algunas señas especiales que pueden facilitar la tarea, que a la hora
de apearse en la bestia, las reglas estén más que claras.
Señor (a) motoneto (a), preste atención y tome nota de las siguientes
exhortaciones, que hoy, por su bienestar
y por el mío, vengo a obsequiarle:
Es necesario que sepa, ante todo, que lleva las de perder siempre. En su
vehículo ―dependiendo del tamaño de la moto― tiene la ventaja de poder
escabullirse por cualquier rincón, pero también, por cualquier rincón se puede
caer. Esa ventaja se convierte en debilidad en cualquier momento, dependiendo
de muchas cosas, entre esas su habilidad, pericia, pilotaje o como le quiera
llamar, también de los demás conductores. Estando en una moto, cualquier
enemigo ―enemigo es cualquier otro que no vaya en nuestra moto― es peligroso,
por más pequeño que sea, claro que mientras más grande, más sangriento puede
resultar el encuentro.
Deje el miedo en la casa. Es lo mejor que puede hacer, montarse en una moto
da miedo porque la humanidad queda expuesta y dependiendo de la velocidad, el vértigo
puede actuar en menor o mayor medida. También eso de atravesarse en medio de
dos tracto camiones produce reducción testicular inmediata, pero en vez de
frenar y orillarse, yo recomiendo acelerar. Acelerar en vez de frenar sirve
para todo, menos cuando de verdad queremos frenar.
Frunza el ceño. Inicialmente sirve para filtrar la luz y para proteger los
ojos de las partículas de mugre que puedan entrarse en el camino, pero, en
verdad, sirve para evidenciar la rudeza que necesitamos demostrar. Debemos
recordar que ante cualquiera llevamos las de perder, pero en esos casos hablan
nuestros modales: mirar feo y adelantar, mirar feo y pitar, mirar feo y gritar
sandeces, mirar feo y atravesarse, mirar feo y seguir mirando feo. Evite confrontaciones,
el único contacto que debe sostener es con la mirada.
Cargue un billete entre la licencia y la matrícula. No tanto para la
despinchada en caso que se le estropee una llanta, ni para la grúa cuando la
moto le deje de funcionar, ni para la gasolina cuando hay sequía tanqueal; el
billete ―ojalá de alta denominación― es para el agente, sea policía o de
tránsito, que ese día se vio en apuros monetarios y acudió a usted para
abastecerse, al menos, de “la gaseosita”, como le llamarían ellos.
Invoque a la suerte. No le garantizo que vaya a llegar sano y
salvo siempre que se suba a una moto. De hecho es muy posible que por alguna
razón, usted pueda resultar debajo de una volqueta o encima de algún taxi, así
que, si es creyente, entréguele su alma al señor que sea; en mi caso, como no
creo en muñequitos, invoco al azar y lo invito a que se haga de mi lado: siempre, antes de
salir en la moto, repito seis veces la consigna “si hay chulo que sea otro”, la
enciendo de una patada y me voy buscando fortuna.
Ojalá las use, ojalá anote y memorice punto a punto, no sabe usted cuándo pueda necesitarlos. No omita
ningún dato, póngase el casco y acelere con seguridad, que, con seguridad, por
más seguro que se sienta, no va a estar seguro. Se lo aseguro.
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