Llevaba rato sin publicar algo,
pero hoy vi la oportunidad perfecta: ¡amanecí viviendo en la ciudad más
innovadora del mundo! Medellín, gracias a su progreso (y a una votación por
Internet que inundó las redes sociales), es hoy la ciudad más innovadora del
mundo, pasándole por encima a cualquier ciudad estadounidense, europea o
narniana. Pero no fue la alegría lo que me motivó a escribir, fue la rabia y la
tristeza; no fue sino despertarme para empezar a leer a un montón de desagradecidos
y de pesimistas, intentando manchar este gran galardón con sus opiniones tergiversadas
y su manera envidiosa de desprestigiar al que triunfa.
La Tacita de Plata, La Ciudad de
la Eterna Primavera, La Bella Villa o como prefieran llamarle, todos lo
sabemos, ha sido la mejor ciudad en todo el mundo desde que Cosiaca tenía
memoria. Estando poblada por diversas tribus, los españoles vieron la joya que
tenían ante sus ojos y entendieron lo que debían hacer de inmediato: la
bautizaron, la coronaron y la hicieron suya hasta el punto de que hoy por hoy,
Antioquia es la región con la genética más española de todo el país —según unos estudios que no me acuerdo dónde
leí, pero que necesito que me crean—; acá llegó a morir Gardel, Lavoe se
fabricó un par de fiestas y Madonna nos honró con su majestuosa presencia unas
horas.
No caben dudas, pues, Medellín es
La Putería, pero no fue por eso que nos ganamos el galardón, fue por
innovadores, fue por creadores y por emprendedores. Y por hacer buen uso del lobby. Nuestros alcaldes y gobernadores
han sabido moverse en los últimos años apostándole a la cultura, y aunque
perdieron esa apuesta, la imagen de la ciudad violenta se cambió por la de unas
zonas de invasión con bibliotecas realmente bonitas. Y no solo eso, el Metro le
ha dado un nuevo aire a la ciudad, ahora no parece Medellín sino Bangkok, con
sus tumultos de gente compartiendo sopores y olores, la Cultura Metro ha
mejorado el nivel de vida de los dueños del Metro y de los negocios aledaños a
las estaciones.
Hay que aceptar que tenemos
nuestros problemitas —que no le faltan a ninguna ciudad—, pero, ¿acaso no se
dan cuenta de qué se trata la innovación?; no es que seamos violentos, somos
innovadores en métodos efectivos de cobranza de cuentas, no es que seamos
corruptos, somos innovadores en manejo óptimo de presupuestos y de influencias,
no hay paramilitarismo, somos innovadores en creación de cuadrillas de seguridad
privada, no es que estemos matándonos entre nosotros, tenemos una innovadora
industria tanatopráctica pujante con mucha materia prima, no es que estemos
invadidos por el hampa, es que somos pioneros en diversificación de técnicas de
recaudación de bienes, no es que tengamos políticos mediocres, es que
revolucionamos la manera de gobernar y lo hacemos de una manera tan discreta
que ni se nota: no es que tengamos problemas de orden público, es que somos
innovadores en desorden público.
Yo tengo que agradecerle al
alcalde y al gobernador todo lo que han hecho para sacar adelante esta ciudad,
y además de agradecerles debo felicitarlos, a ellos y a la ciudad, de verdad
nos merecemos ese premio, Medellín debe llevar el nombre de ciudad innovadora,
la más de todas. Y motivarlos a que sigan haciendo caso omiso a las quejas y a
los reclamos sin fundamento, las personas desocupadas no hacen otra cosa que
ver problemas, a esas, como siempre, oídos sordos. Y para los que no están
contentos, pues les recuerdo que hay más ciudades para que vivan, si no les
gusta vivir en el progreso, váyanse: acá vamos a seguir firmes porque la sangre
se lava y el cemento queda.
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