En mi ciudad, la ciudad más
innovadora del mundo, la gente no lee. Hubo un tiempo en que la gente leía y
leía mucho, cuando la lectura tenía el punto que se merecía en la sociedad, con
poetas y literatos en cargos públicos, reconocidos intelectuales al nivel de
otras ciudades de otros países. Ahora, la cosa no puede ser peor: en serio, la
gente no lee. Y lo digo con conocimiento de causa, porque desde que empecé a
leer con regularidad me di a la tarea de hacer un pequeño sondeo, para hacerme
la idea de cuántos, como yo, buscan la manera de mantenerse en contacto con los
textos. El resultado, hasta el día de hoy, sin necesidad de tabular ni mediar
ni promediar ni de calcular porcentajes, es que la gente no lee; y no lee
porque no sabe leer y no le da la gana de aprender.
Empecé con los registros que
tenía a mano: miraba las fichas que cada biblioteca pone en los libros para
verificar la fecha de préstamo y la fecha de devolución, después preguntándole
a mis conocidos, a los conocidos de mis conocidos, y así, de chisme en chisme,
me empecé a sentir solo. Con el tiempo y entre mis pesquisas, conocí lectores
voraces que me hicieron recuperar la esperanza en los humanos de esta parte del
planeta, me pellizqué y sentí que podía hacer algo por la cultura, por la
literatura, por el arte, por la humanidad: empecé a recomendarle libros a todo
el mundo, inducía a la lectura a todo el que pudiera, pasé varios meses como un
loquito, con un libro debajo del brazo, predicando la palabra de La Palabra. Al
final de mi cruzada comprendí que era imposible completar el objetivo y
desistí.
Igual
que al principio, sigo sin entender a los que no leen. Todos sabemos que es fácil,
gratis, divertido, placentero y alimenticio, todos tenemos bibliotecas a la
mano y ahora, sobre todo ahora, podemos encontrar cualquier tipo de joya con un
par de clics: la excusa antes era que no tenían libros, ahora es que los cansa
leer en una pantalla. Sigo sin comprender por qué no leen, acepto que la
televisión y las nuevas tecnologías informan y entretienen, pero no educan; un
libro no educa, pero un lector ávido nunca va a estar mal educado. Estamos
viviendo de nuevo la época en la que las letras le pertenecían a una minoría
afortunada con el agravante de que el problema no es la carencia de tecnología
sino la abulia masiva. Yo, por eso, no me desgasto más, las letras le
pertenecen a unos pocos, este pueblo es de obreros y de mercaderes, no de
literatos; de innovadores y no de lectores, por más bibliotecas bonitas que
construyan, ¡zapatero, a sus zapatos!
2 comentarios:
Es triste, pero muy real. Cada vez son más las personas que rehuyen de la lectura, muchos bajo el pretexto de: "Si no le han sacado película, no vale la pena", pero como todo, hay algunos pocos que en su vida han logrado rescatar esa curiosidad por explorar estos nuevos mundos creados por la literatura. Ojalá en algún momento, volvamos a ser más los que nos perdemos un una selva de metáforas y letras.
Esa es la clave, bro, curiosidad!
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