Hoy amanecí viviendo
en el país más liberal e incluyente del continente, por no decir del planeta
entero. Aunque la Corte Constitucional no permita la adopción por parte de
parejas del mismo sexo, la mayoría de la gente que conozco opina que debería
permitirse y además, lograron convertir de la noche a la mañana a un par de
maricas en una respetable pareja que fue privada de sus derechos: lo que ayer
era un conjunto de plumas y arepas hoy son una comunidad honorable y casi ―casi―
totalmente aceptada.
Debo comenzar
aclarando que no soy ni homofóbico ni heterofóbico ni nadafóbico, a mí no me
gusta clasificar a las personas por el uso de sus orificios, ni mucho menos,
tampoco pretendo ahondar en la capacidad y la pertinencia que una pareja del
mismo sexo tenga o no para criar un hijo; lo que pretendo tratar acá es un asunto meramente
constitucional: necesariamente debe haber un padre y una madre, pero, ¿por qué?,
¿por qué un asunto tan importante como es la crianza de un niño se reduce a una
cuestión de genitales? Simple, hay cosas que solo un padre o una madre harían.
En otras palabras, en una sociedad machista hace falta el machismo, y el machismo
estipula claramente detestar y segregar a los homosexuales, sin discriminar
raza, religión o sexo.
No nos podemos dejar
engañar por eso de la globalización, no estamos ni siquiera cerca de ser una
sociedad moderna, debemos dejar de pretender que tenemos ideas civilizadas, porque
siendo así, no habría tantas muertes violentas o la palabra vacuna solo tendría
que ver con la salud.
Voy a poner un
ejemplo: el niño Pedrito es hijo adoptivo de una pareja de padres del mismo
sexo. Pedrito tiene una infancia relativamente buena ―tan buena como el entorno
social lo permite―, sus dos padres le brindan el cariño y el cuidado que
necesita y que, además, se merece. Estudia en una escuela privada y recibe una educación
medianamente decente. Hasta ahora todo está perfecto, pero Pedrito necesita el
ejemplo de un padre y una madre para aprender a sobrevivir en sociedad. En su
entorno familiar, ¿quién va a cumplir el rol de la madre golpeada y el padre alcohólico?,
¿quién va a ser el padre autoritario y la madre sumisa?, ¿quién va a ser la
mamá que mantenga impecable la casa y quién el papá que consigue el sustento?,
¿quién va a darle el ejemplo de cómo se debe conquistar una mujer sin tener que
poner cara de asco?, ¿qué hace Pedrito en la escuela mientras sus amiguitos
hacen las tarjetas el día de la madre?
No, es imposible.
Colombia no está preparada para eso, los homosexuales deben quedarse sin poder
adoptar hijos, sin poder casarse. Es más, deberían crear un transporte público
exclusivamente para personas que gusten de otras personas del mismo sexo y, sin
ir muy lejos, deberían llevar algún distintivo en su ropa de moda para que los
diferencie de los que gustamos de personas de un sexo diferente al que trajimos
por defecto. Tal vez, por qué no, dividir el país en dos partes y levantar una
muralla antihomosexual para que ningún heterosexual resulte infectado, decretar
ilegal el color rosado y el olor a lavanda, encerrar a Hernán Orjuela y crear milicias
heterosexuales que se encarguen de exterminar cualquier rastro de mariconería o
marimachismo. Cuando eso pase, solo cuando eso pase, vamos a estar preparados
para nuestro siguiente debate nacional que puede ir desde reevaluar el voto
femenino a reconsiderar si somos o no somos colonia española.
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