¿Me asusté? ¿Pero quién no se
asusta? Tipo dos, tres, algo así. El sol emocionado y me dolía la cabeza. Ahí
todavía no tenía susto. Tipo dos, tres, algo así. Mi carro, yo, otros
hijueputas al lado. Me dolía la cabeza por el calor. Sabés que mi carro es de
los viejos que no tienen aire. Los viejos no tenemos aire ya. Embotellado y con
calor y con dolor de cabeza. Cójalo, cójalo, gritaban a unos metros. El pobre
corría con el botín. Tipo dos, tres. Me acuerdo porque pensé que robar a esa
hora era inhumano. El calor. Pobre tipo. Pero ahí todavía no me asustaba. En la
casetera tenía una cinta regrabada de Sinatra. Sin embargo sonaba la música de
una emisora. Todavía está la cinta de Sinatra. Nunca la pude desatascar. Tipo
dos y cinco, tres y cinco. Embotellado en una sombra. No lo habían cogido. El
revuelo en la calle era acogedor. En la calle todos gritaban. En la calle todos
gritan. Dos policías escuálidos estaban atendiendo a la anterior dueña del
bolso. Del bolso que se robó el pobre tipo. Tipo dos y cinco, tres y cinco, le
pongo. Cuatro cuadras de carros. Filas de carros y motos y gente gritando.
Quise cerrar los vidrios pero el sudor no. Sudaba como en verano pero no estábamos
en verano. Ese día fue especialmente caliente. No sé si tuvo algo qué ver en lo
que pasó. Lo que pasó. Lo que me dio miedo. Miento. Miedo, lo que se dice
miedo, no. El miedo se siente desde el estómago. Lo que sentí fue susto. ¿Quién
no se asusta? Tipo dos y cinco, tres y cinco, le pongo. Sonaba un vallenato de
la emisora. Lo cambié porque me daba más calor. Dejé sonando un bolero de
Benny. Entre la acera izquierda y mi carro había un carro. Entre la derecha y
mi carro había dos carros. Detrás habría mil o cien mil carros. Qué sé yo.
Adelante había por lo menos veinte. Pasó el pobre tipo de vuelta. Vestía otra
camiseta y tenía gorra. Pobre tipo. Tenía ganas de dejar mi carro tirado y
llegar caminando. Le puse volumen a Benny. Escupí por la ventanilla. El tipo
del carro de la izquierda cerró la ventana. Era un carro nuevo. Los carros
nuevos tienen aire. El único que tenía carro viejo era yo. Miré alrededor y
solo vi hijos de puta. Rostros hijos de puta. Para tener carro nuevo hay que
ser un hijo de puta, pensé, recuerdo. Ahí fue que me dio susto. Mirando rostros
de hijos de puta creí reconocer uno. Pero no estaba seguro en ese momento. Es
de esas impresiones que tenés de momento. Uno, dos, tres segundos. Cerré los
ojos y el dolor de cabeza me pintaba un punto verde. Un punto verde en la mitad
de la vista cuando cerraba los ojos. No sé si has sentido que todo se acelera
por dentro pero no por fuera. Escuchás una melodía con las revoluciones
aceleradas. No, no era la presión. Volví a mirar y era lo mismo. Uno, dos, tres
segundos. Lo miré y creí que me había mirado. Lo miraba por el retrovisor pero
me tenía vigilado, pensaba. Ahí ya tenía susto. Es que era él mismo. Era yo
mismo, pues. Era como tener un espejo pero con mejor carro. No sé si has
escuchado de esa teoría. La que habla de que uno tiene otro yo. Otro vos. Otro
uno. Que una persona en Qatar puede ser exactamente la misma en La Paz pero con
diferente personalidad. Qatar y La Paz eran ejemplo. Solo la cara, los gestos.
En eso fue en lo único que pensé. Y el tipo éste se había dado cuenta de mi
existencia. Me estaba buscando, pensaba. Dos y diez, tres y diez, ponele vos, le
pongo yo. A esa hora pensé que estaba perdido. Yo tenía susto y vos te reís. Yo
no me reí. Es que, fijate. ¿Has pensado verte en otro carro? Pero si vos no
tenés carro. ¿Has pensado verte por ahí caminando y reírte? Es imposible. Te
vas a quedar pasmado. Yo no me quedé pasmado y reaccioné. Miré con miedo el
retrovisor. Pensé en esa teoría que te dije. La del otro uno. No me estaba
mirando. Lo detallé. La misma boca. Los mismos ojos. Los mismos dientes. La
misma nariz. Era bien parecido. Era yo pero en otro lado. La teoría pero
recortada. En mi ciudad. Detrás de mi carro. En un carro mejor. No te imaginás
el montón de preguntas que tuve. ¿Y si yo no era yo sino él? ¿Por qué tenía un
carro sin aire? ¿Habría nacido el mismo día? ¿La mamá sería igual a la mía?
¿Tendría buenas primas? ¿Tendría cálculos renales? ¿Tendría dinero? La paranoia
y la envidia, vos sabés. ¿Tendría paranoia y envidia? No te imaginás. A vos no
te ha pasado. Pero te puede pasar. A mí me pasó. En esta ciudad. Yo reaccioné.
Eran las dos y doce, tres y doce, le pongo yo. Invadí el carril derecho. Puse
en apuros al tipo para seguirme. Lo miraba por el espejo lateral. De pronto no
me estaba mirando. De pronto sí. Se fijó en mí otra vez, pensé. No pensé.
Realmente creí que había pensado. Fue cuestión de dos o tres segundos. Se pasó
para mi carril, estaba a un carro de distancia. Era una persecución, pensé. Eso
sí lo pensé. En ese momento me asusté. Estaba a un carro de la acera y a
decenas de metros de la próxima salida. Salida a no sé dónde. No sabía dónde
estaba. No sé dónde estuve. Te cuento que fue asustado que me pasé de carril.
No avisé. Me insultaron. Él no me insultó. No se inmutó. Fue lo primero que
miré. A él. A mí. Lo miraba de reojo porque no quería levantar sospechas. Si me
perseguía no quería que se diera cuenta de que yo me había dado cuenta. Benny
me decía cosas que yo no entendía. Puse la direccional a la derecha. Para
despistarlo. Intentaba jugar al policía y al ladrón. Él era el ladrón. Yo no
era el malo. No tengo la culpa de haber nacido con mi cara. Hice el intento de
giro y volví a mi puesto. Dos, tres segundos. Me volvieron a insultar. No fue
él. No fui yo. Ya no era él. Ya no estaba. Lo había perdido por perderme. Miré
hacia el camino que pensaba tomar antes. No estaba. Me había perdido en mi otro
carro nuevo. En ese momento no sé si eran las dos y cuarto, tres y cuarto, dos
y veinte, tres y veinte. Giré a la derecha sin algún rumbo. Miraba por los
espejos. No lo vi. No me vi. Y no era porque no me conociera. Deambulé
desubicado por las calles sin saber qué hacer. Me fumé un cigarrillo. Esperé.
Hay cosas que toman tiempo. No sé tiempo para qué. Pero toman tiempo. Eso tomó
tiempo. Me subí al carro vigilando que no estuviera por ahí. Negativo. Aceleré
a fondo. Busqué la autopista. Nunca consulté a ningún profesional sobre eso.
Nunca lo volví a ver. Nunca me volví a ver. Yo sé lo que pasó esa tarde, tipo
dos, tres. Llegué a mi casa y me puse a pensar. Ese día supe que no estoy solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario