¡Feliz día, Colombia!


¿Y qué dijeron, que no me iba a acordar de mi Patria? ¡Feliz día, mi Colombia hermosa! ¡Ah! ¡Qué regocijo siento hoy! Todas las casas con la bandera tricolor en la fachada, marchas militares en todas las ciudades, millones de pesos invertidos en pirotecnia, en fin, el orgullo patrio se respira por el aire y el pueblo celebra unido los doscientos años de su independencia. ¡Ay, qué orgulloso me siento de ser un buen colombiano!

A las seis muy AM estuve siendo despertado por la alarma de mi radio reloj Sony, lo apagué y me dirigí a la cocina para poner a preparar mi cafecito colombiano, me bañé, me puse mi camiseta del bicentenario y salí al balcón a colgar mi bandera de tres colores Made in China. Mis vecinos estaban en lo propio también y los saludé con un grito amistoso de compatriota. La cafetera Black&Decker ya tenía listo mi tinto colombiano, lo serví, cargado, como nos gusta, y me senté frente a mi televisor Panasonic a mirar qué programación nos tenían preparada los canales nacionales.

¡Qué desfile! Muchos cascos marchando con sus fusiles estadounidenses, al ritmo de una banda marcial encabezada por un soldado cargando una bandera de Colombia gigante, la meneaba de un lado a otro, mientras sus compañeros le daban a los tambores y caminaban al un dó, un dó, un dó. Terminaron de desfilar y uno de nuestros más ilustres políticos se subió a una tarima y comenzó a dar un discurso netamente colombiano…subtitulado al inglés, y eso.

No aguanté la emoción de ver tanta belleza junta y apagué el televisor Panasonic (juro que una lágrima rodaba por un cachete). Ya era hora de desayunar, y cómo no, quería hacerlo al mejor estilo criollo, como desayunamos en esta tierra: pancakes con miel de maple y jugo de naranja, obviamente. ¡Ahora, a leer el periódico! Y a que no adivinan… ¡Edición especial!, claro, celebrando la independencia, carajo. Como todos deberíamos estar haciéndolo. No hay nada más bonito que sentirse independiente, es una de las cosas más satisfactorias en la vida…como mi Colombia se siente desde que es libre, desde que hace doscientos años se lanzó el grito de independencia y España, nuestra madre, nos dejó de joder la existencia.

Me tercié mi carriel ―que, a propósito, lo pronuncio como se debe, carry all―, me puse el poncho, alisté mi peinilla y me calcé las alpargatas. Salí a caminar y aproveché para revisar que en cada casa colgara una bandera, con la firme intención de, donde no hubiera bandera, echarle la policía. Dos o tres casas sin Colombia en su fachada. ¡Qué horror!, ¿quién se atreve a no celebrar esta fecha tan importante? Definitivamente el país está como está es por gente así, y se los grité, aunque creo que no había nadie.

Llegué a una avenida principal y había muy poco tránsito de carros, ¡claro!, todo el mundo anda celebrando hoy, ¿por qué sacar el vehículo? Me sorprendió notar que ningún carro llevara la bandera en el capó, se me ocurrió de repente que se podría hacer una modificación en las leyes, como acostumbran acá, y obligar a los dueños de los vehículos a poner la bandera en días como hoy. Había un semáforo en rojo y la imagen que vi fue la que me conmovió más: unos indígenas pedían monedas a los carros que paraban, lo hacían felices, sonrientes, se les notaba la independencia, ellos sí que tenían motivos para celebrar. ¡Definitivamente, mi país independiente sí es la putería! ¡Que viva Colombia independiente!

No hay comentarios:

El Sujeto

Mi foto
Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.