Del vicio al hecho, hay mucho trecho.

Esta semana me ubicó un viejo amigo que no veía hacía mucho tiempo y me propuso tomarnos algunas copas para desatrasarnos de las tantas cosas que seguramente tendríamos para contarnos. Que tranquilo, que él invitaba, que estaba trabajando. ¡Perfecto!, ¡no se diga más! ¿A qué horas? Nos encontramos en un parque y nos metimos a un pub alemán donde vendían decenas de marcas de cerveza. Mientras la mesera nos traía las dos Pilsen que habíamos decidido pedir, le comenté que estaba asombrado por lo que veía, es que casi no lo reconozco cuando lo vi esa noche la primera vez. ¡Este pendejo encachacado y oliendo rico no puede ser el mismo grunge que alguna vez se hizo llamar igual! Llegaron las dos cervezas, y luego otras y otras y en fin, ya ni me acuerdo en qué terminó el reencuentro, pero el tema principal de la noche era su pena de amor, porque alrededor de eso, empezaron sus problemas, me dijo.

Marlon era el típico adolescente apático que prefería estar solo en su cuarto, que salir a una discoteca, pero eso sí, drogado hasta más no poder. Aunque podía. De pelo largo, crespo y sucio, uñas comidas, jeans rotos, camisetas viejas y desteñidas y su infaltable tula terciada al pecho. Ahora era un joven empresario, emprendedor, según me contó, de un traje impecablemente lucido, zapatos negros relucientes, pelo al ras y mucha pero mucha loción francesa. ¿Qué había pasado?, ¿qué fuerza tan poderosa habría hecho bañar a Marlon?

― Me cambió el amor, hermano ―me dijo en tono de confesión mientras yo le miraba las piernas a la mesera.

― ¡O tu novia! ―le respuse.

― ¡Es que eso es lo peor, que ni siquiera somos novios!, me tiene loco esa niña, pero hay algo que me tiene cabezón…yo no sé si seguir atacándola…

― ¿Tiene un hijo?

― No, no es eso…odia mis vicios.

¡Pues que no los coja, hombre! Era muy sencillo, pensaba yo. Lo sensato es que los vicios son sólo del que los tenga y no del que los aguante, y sólo el dueño tiene derecho a opinar sobre ello. Resulta, pues, que Marlon encontró el amor de su vida, la niña de sus ojos, la media naranja, etcétera de mañesadas; una mujer que le habría revolcado su mundo y logrado influir tanto, que sin tener una relación oficial, había matado al grunge. Al principio ella no decía nada cuando él se inhalaba su coquita o se fumaba su mariguanita o se tomaba sus pepitas, con el tiempo fue empezando a opinar sobre lo que él hacía y ahora, definitivamente, los odiaba, no los soportaba. Le había dicho últimamente que escogiera entre ella y sus vicios. Él, obviamente, prefirió la vagina. Se había vuelto necesario disminuir en grandes cantidades las cositas que metía y, con la mano en el corazón, me dijo que no soportaba la situación.

― Bueno, y si no te aguantás, pues despegala ―le aconsejé.

― Yo no sé, hermano, eso me tiene muy aburrido…la nena está hermosa y me tiene loco, ya sabés, pero la vida sin drogas no es igual.

― ¿Y qué razones te da ella para que te toque dejar de meter?

― Está convencida de que la droga me va a volver un desechable…

Desde ese momento supe que al tipo le iba a ir mal si seguía con ella. Marlon es un tipo de una mentalidad abierta y una imaginación bárbara, aunque ahora no se vea como tal, sigue siendo el tipo deschavetado que solía ser, y dolería ver cómo se castran las libertades de un hombre por una mujer, sólo por el hecho de ser closed mind.

― ¿Y es que vos no te ganás tu plata o qué? ―empecé a animarlo.

― Pues sí güevón…pero es que… ―lo interrumpí.

― ¿Y es que no sos profesional?

― Sí, pero como te iba a decir… ―volví a interrumpirlo.

― ¿Estás dispuesto, entonces, a tener una vida libre de sustancias, definitivamente?

― ¡NO! ―gritó y se agarró la cabeza con desesperación para luego comenzar a llorar.

― Ya te resolviste entonces, Drogas 1, Mujeres 0.

Me abrazó, agradecido. Había decidido por fin, después de tanto penar, volver al buen camino y alejarse de las malas compañías. Salimos del pub para saborear algo de White widow en blunt de menta, bebimos unos tragos sueltos en un local y la noche se fue convirtiendo en bruma… Sólo me quedan algunos fotogramas de lo que pasó después, pero recuerdo una última cosa que me dijo antes de que me atacara la amnesia: “Oíste, ahora ya tengo otra decisión dura para que me ayudés a tomarla, ¿me quedo con el licor o con la bareta?”.

No hay comentarios:

El Sujeto

Mi foto
Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.