De un extremo al otro

Desde hace algunos años se han venido introduciendo al país nuevos deportes, sobre todo para el público joven, importados de Europa o Estados Unidos. Ahora no es raro ver ligas de Hockey sobre hielo, de Bádminton o de Ultimate, estamos familiarizados con muchos términos deportivos (penalty, corner, strike, foul o doping) y es por eso que cada vez hay más deportistas y críticos de deporte. ¡Pero hay de deportes a DEPORTES! Una cosa es correr detrás de un balón, zambullirse en una piscina con agua o pegarle a una pelota con un pedazo de madera, pero otra cosa es arriesgar la vida misma en un acto saludable. Siendo claro, me refiero a los deportes extremos, que según la sabia Wikipedia son “todos aquellos deportes o actividades de ocio con algún componente deportivo que comportan una real o aparente peligrosidad por las condiciones difíciles o extremas en las que se practican”, a lo que debo agregar que practicarlos generalmente resulta costoso. Lo que tampoco aclara esta fuente poco confiable es que los deportistas extremos lo hacen solo por el hecho de sentir la adrenalina, todo es por el vicio. Pero no por eso debo dejar pasar la oportunidad de homenajear a los deportistas, ¡no!, y más a quienes arriesgan el pellejo cada que tienen la oportunidad, por ellos y para ellos escribo hoy.

No voy a ahondar en el puenting, ni en el carving, ni en el bodyboard y menos en el skimming ―porque no sé qué pueda ser―, este homenaje es, sobre todo, para los deportes extremos que no han sido ni si quiera incluidos en la lista. Siempre mencionando al bungee jumping, la escalada, el parapente, el BMX, el parkour, el skateboarding, cada uno tiene al menos un sitio por ciudad para practicarlo en condiciones aceptables, la empresa privada les invierte en publicidad y mercadeo, hacen campaña en los colegios para conseguir deportistas que se unan, pero nadie tiene en cuenta los verdaderos deportes extremos, a los patitos feos de esa categoría deportiva.

Ir a mercar: entiéndase, primero, que no se trata de ir a adquirir alimentos en un supermercado. En el argot popular de los consumidores de sustancias motivadoras, ‘mercar’ es equivalente a adquirir sustancias motivadoras en un lugar, generalmente, peligroso. Es extremo porque la mayoría de sustancias motivadoras cargan con la ilegalidad a cuestas, y por alguna razón, estos sitios donde se adquieren, se mantienen fiscalizados por la ley. Es deporte porque para evitar cateos indeseados, a veces, es necesario sudar un poco.

Retirar efectivo de un cajero electrónico: lo que en otros lugares puede resultar una diligencia del diario vivir, acá se convierte en una de las actividades más peligrosas que existen, pero, paradójicamente, la que más deportistas tiene. No sólo es la adrenalina resultante de estar pendiente de las caras ni la concentración para notar algún movimiento o sonido extraño, es el esfuerzo mental y, sobre todo, las agallas que se requieren para decidirse a dar tal paso. Del otro lado también hay actividad física extrema, preparación mental óptima y, astucia, viveza y agresividad: condiciones perfectas para practicar sanamente el fleteo.

Tener sexo: fabricar amor, per se, implica un esfuerzo físico bien grande. Lo extremo es todo lo que lo rodea, antes y después. Para algunos lograr concluir el coito en la vagina deseada es como bailar en la cima de una montaña enorme para alguien que escala, más si la vagina que desea no es la de nómina. Para otros, lograrlo no requiere mucho esfuerzo hasta que cuaja. Cuaja el feto o la infección, no es agradable ninguno de los dos y el hecho de pensar en esas posibilidades genera una angustia parecida a la que padecen los jugadores en una final de fútbol.

Tener cibersexo: se deriva del deporte anterior, ¿pero dónde está el peligro si no hay contacto? No solo el contacto de las partes íntimas entre personas puede resultar riesgoso, también la exposición ante el lente de una cámara es de un peligro inminente, hoy en día. Un rato de esparcimiento y de placer solitario pero en compañía, en ocasiones termina resultando en una bonita extorsión, pero ya sabemos que los deportes extremos son costosos. Casos se han visto de personalidades destacadas en la esfera pública que hacen maromas para lograr que los videos caseros que se les escapan, no lleguen a todo el público.

Cruzar una avenida: no importa si es de día, de noche, si hay suficiente luz o existe un semáforo. No importa que el reglamento de tránsito asegure que el peatón tiene prioridad a la hora de tener la vía. No importa que se gasten miles de pesos en recursos para sensibilización vial: pasar la calle, en Colombia, es de los deportes más exigentes que se pueda elegir. Los puentes peatonales son una excelente opción para evitar la fatiga, pero, ¡cuidado!, allí también se puede necesitar un poco de habilidad en las piernas y de fuerza en los brazos; camine rápido y por ningún motivo suelte lo que lleve en las manos.

Contraer matrimonio: ¿cómo dejar por fuera a esta joya? A nadie cuerdo en estos días de locura se le ocurriría pensar en semejante decatlón. Ninguna competencia tan larga y tan tediosa como el matrimonio: por más dedicación y esfuerzo siempre va a terminar igual, en la muerte o en el divorcio. Se pone más extremo cuando hay otros estómagos de por medio y el nivel de exigencia se sube al máximo cuando a esas bocas hay que alimentarlas con un solo sueldo.

Y nadie los había tenido en cuenta. Nadie les había hecho homenajes. Hasta hoy, que, desde este extremo, de parte de un Sujeto que no arriesga la vida, le rinde honores a esos deportistas extremos que sí tienen la valentía.

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El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.