Decálogo para extranjeros en Colombia


Hace unos días estuve hablando con un amigo que vive en Europa y planea venir a conocer Colombia el próximo año. El hombre me comentaba que estudia con unos colombianos, dos cartageneros, un bogotano y un paisa, y que, por lo que ellos le han contado, Colombia es uno de los mejores países del mundo. La impresión que tiene de nosotros, es que somos “alegres y animados”, tan alegres y animados que están a punto de ser echados de la pensión de estudiantes en que viven por ruidosos, irrespetuosos y malos vecinos. A mi amigo eso no le importa porque no vive con ellos, son simples compañeros, y por eso me buscó a mi para que le hablara más del país, que me conoce hace tres años –de hecho no me conoce, hace tres años hablamos por Internet.

- Háblame en general de tu país, de la gente –me dice.

- ¿Qué te han dicho mis compatriotas de Colombia?

- ¡Maravillas! Me cuentan que hay gente muy amable en todos lados, que las mujeres son hermosas, que tiene unos paisajes impresionantes, que hay una diversidad de flora y fauna excepcional, que tienen una gran calidad en los productos que exportan, que hay muy buenos músicos –seguramente hablando de Carlos Vives, Juanes y Shakira– y muy buenos deportistas –El Pibe, Montoya y Asprilla. El mejor país del mundo.

- Pues tienen razón y no tienen razón. El país es muy bonito y es muy rico en flora y fauna, lo que lo daña es la gente. Hay muy buenos deportistas y excelentes artistas, pero no son los que ustedes conocen. El arte y el deporte no son fomentados como debiera ser. Artistas anónimos excelentes pidiendo limosnas por su arte, deportistas de calidad practicando en potreros o en campos mal acondicionados. Sólo se ve lo que vende, o sea, lo malo. También es cierto que hay personas amables, como en todos los países, pero no en todos lados. Es más, hay más gente grosera que amable, sólo que, por cuestiones culturales, parecemos simpáticos cuando en realidad somos pícaros.

- Eso me dijo el bogotano, que los paisas tienen fama de ser pícaros y vivarachos.

- No sólo los paisas, todos mis compatriotas. En general, el pensamiento distintivo del colombiano es intentar sacar ventaja de todo y de todos. De ahí la fama de buen vendedor (claro, estafar gente es garantía de buenos ingresos), de buen orador (mentirosos y retorcidos), de gente positiva (“Perder es ganar un poco” – Francisco Maturana), de galanes (mujeriegos, diría yo), pero también de corruptos, asesinos, traficantes, ladrones, groseros, perezosos, y un etcétera inmenso que todos conocemos pero que no aceptamos.

Mi amigo me decía que no podía ser tan malo como yo lo describía. Que era increíble que un país con tanto potencial natural tuviera un pensamiento tan pútrido. Yo le conté que acá en Colombia vivíamos muertos del miedo y por eso siempre intentábamos sacar ventaja. Por ejemplo, yo hago un negocio con otra persona y lo primero que pienso es que me va a robar o va a tratar de sacar ventaja; me adelanto entonces y le robo yo. De eso se genera un problema legal, que acá, se arregla con plomo: me lleva él o me lo llevo yo. Y siendo un poco menos extremista, todo es así. Le conté también, que por ejemplo, cuando un extranjero está en Colombia y quiere comprar artesanías para llevar recuerdos del viaje, es mejor que lo mande comprar con un colombiano: acá la costumbre es estafar al que trae los dólares. Míster, lleve la chiva en ten dólars, ten dólars. Mientras que si la compra un aborigen, la chiva colorida de arcilla no vale más de cuatro o cinco mil pesos.

El hombre no desistía de la idea de visitar el país, a pesar de que yo le estaba contando cómo era en realidad la situación, y sobre todo, le advertí que ser extranjero en Colombia es un pecado. Fácilmente es secuestrado, atracado o estafado por gente común, por gente vivaracha. Por cuestiones de tiempo no pudimos seguir hablando, pero me pidió el favor de que le siguiera recomendando qué cosas podía y qué cosas no podía hacer en el país, entonces le dije que mejor le iba a redactar un decálogo (¡qué fuerza tienen los decálogos!) para extranjeros en Colombia:

  1. Desconfiar de todo, siempre: ¿cuántas veces hemos escuchado historias de atracos y de asesinatos que se pudieron haber evitado, simplemente desconfiando? “Un tipo me pidió que le indicara dónde quedaba una dirección y me desperté al otro día en el hospital, me dio escopolamina”. Una historia común, ¿verdad? Pero vamos a algo más simple, una compra en la calle: ¿muy barato?, es malo; ¿muy caro?, te tumbaron.

  2. No salir solo: es recomendable sobre todo cuando se trata de salida nocturna, de rumba. Colombia es un país lleno de fiestas, pero lleno de colombianos. Si no lo amenaza un traqueto por mirar sus mujeres, lo estafa un pícaro (sólo por tener cara de extranjero) o le dan escopolamina y le hacen el paseo millonario. ¿Entonces si sale acompañado se salva?, no. Pero hay menos posibilidades de que se aprovechen (o más, dependiendo de quién lo acompañe).
  1. No cargar nada de valor: ni de valor monetario, ni sentimental y menos de importancia legal (pasaporte, ID, pase de conducción internacional). Por cada esquina, hay dos atracadores en Colombia. No se está seguro de un robo ni en la casa, ni en el carro propio, ni en la moto, ni en el bus, ni en el taxi. Sobra repetir que los extranjeros son “dulces para los ladrones” como diría cualquier mamá.
  1. Evitar montar en transporte público: es derivación de la anterior, pero merece un solo punto. Si se monta en bus es mejor tener en cuenta que no se debe sentar nunca al lado de la ventanilla, porque los atracadores suelen arrinconar a su víctima. También es bueno recordar no sentarse en la banca de atrás si está vacía, porque ese, igualmente, es lugar común de hurtos. Si se lleva celular, billetera, iPod o algún morral, lo recomendable es revisar –con mucha maña y disimuladamente– con frecuencia, que todo esté en su lugar. Cuando se monta en taxi, es preferible que esté con todos los sentidos atentos. Más directo: cuidado con estar borracho o muy drogado. Muchos taxistas huelen los dólares y los euros –me atrevería a decir que los buscan.
  1. No mostrar lo que se tiene en público: para un colombiano que lea esto, puede parecerle obvio, es parte del sentido común. Pero de acá. En Europa el sentido común dice que tu cámara es TU cámara y podés tomar fotos donde te de la gana y sacar videos de donde te plazca. Igual, tus euros son TUS euros, y eso te lo respetan o la ley te lo hace respetar. En Colombia, esa cámara y esos euros, son del más vivo. Y acá la viveza y la sagacidad no está mal vista. ¿Atracaron al gringo?, por bobo, por mostrón, por visajoso.
  1. En caso de atraco, no grite: lo puede escuchar un policía. En Europa, los policías generalmente velan por que los derechos del ciudadano se cumplan, no acostumbran violar ni la libertad ni la intimidad de las personas sin motivo alguno. Acá la cosa cambia. En Colombia cuando se sale a la calle hay que estar pendiente de que no haya mucho ladrón ni mucho policía. Sobre todo los extranjeros, que vienen al país en busca de placeres que allá son caros y escasos, pero acá abundan y hasta gratis: drogas y mujeres. Nada raro ver un extranjero fumándose un porro o inhalándose una línea de coca. Y el foráneo debe tener en cuenta que los policías en Colombia están más atentos de los pequeños consumidores de psicoactivos que de los atracadores o los sicarios.
  1. No demostrar el miedo: viendo lo que ve, el extranjero no debe mostrar que tiene miedo (caminando en el centro, montado en un taxi, en una tribuna del estadio). Los atracadores, los secuestradores y los pícaros son como los perros: huelen el miedo. Acá la gente se muere más de visaje[1] que de cáncer.
  1. Medir las palabras: sobre todo las opiniones políticas. Es una sociedad violenta dirigida por gente violenta. Corrupta y corrompida por la guerra, inundada de actores de conflicto, legales e ilegales. Es mejor no hablar ni de guerrilla, ni de paramilitares, ni de falsos positivos, ni de desapariciones, ni de la corrupción de los dirigentes, ni de tráfico de drogas. No se sabe quién pueda estar escuchando, no se sabe cuándo le pueden estar chuzando la línea telefónica.
  1. Cargar paraguas y chaqueta: alguien me dijo un día que si en Colombia estás aburrido con el clima, sólo hay que esperar quince minutos. Es un país tropical de calores tropicales y lluvias tropicales, intermitentes e inesperadas. De mañanas gélidas y noches sofocantes. El extranjero viene al país pensando en sol, playa, brisa y mar. Las encuentra, y en diversos tamaños, sabores y colores, pero no hay un clima fijo. El veraneo no siempre es en verano.
  1. Evitar el contagio de la cultura: lo más importante, no dejarse pegar la pereza, el facilismo, la mentira, la doble moral, la abulia mental. Este último punto aplica sólo para extranjeros que no son latinoamericanos (lastimosamente son comportamientos comunes en latinoamericanos). Los países de primer mundo (menos Estados Unidos) tienen pensamientos positivos, constructivos, futuristas y es esa mentalidad lo que los tiene en ese rango de “Primer mundo”. Cuando esté visitando Colombia, tome muchas fotos (recordar la parte del visaje) y disfrute los paisajes, aprenda a conocer la gente –es mejor tomar distancia en este proceso– y por último, deléitese con la diversidad de cosas que le ofrece el país.

Faltarán muchos puntos, sobrarán unos o todos. No sé, pero estoy seguro de que el extranjero que los tenga en cuenta y ­–ojalá– los aplique va a sobrevivir al menos una semana ileso, y con suerte, va a poder volver a su país a mostrar que conoció Colombia y no le pasó nada.

Por Andrés Flórez.


[1] Es difícil decirle al extranjero cómo evitar el visaje. Aptitudes histriónicas. Dos palabras claves: disimulo y maña.

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.