Con respecto a La Navidad...


Hace algunos años, cuando todavía celebraba La Navidad, recuerdo que me parecía muy precoz eso de empezar a decorar la casa antes del 25 de noviembre, llegó a irritarme bastante saber que apenas comenzaba el decimoprimer mes muchas familias comenzaban con los preparativos para el decimosegundo, ¿no se podían esperar dos quincenas más?, ¿cuál era el afán de terminar el año? Después entendería que no era por el espíritu navideño sino por la fiesta, por los excesos; desde esa perspectiva a todos nos convenía que diciembre durara sesenta y un días ―y hasta más―. Ahora que no celebro ningún natalicio veo que no era necesario tanto preparativo, celebre o no celebre en esa fecha, siempre me invitan a las fiestas. Pero, con respecto a La Navidad tengo algo para decir: todavía no estamos en diciembre.

Este pueblo es adelantado en el tiempo solo cuando le conviene: en cuestiones como educación, equidad social, cultura, alfabetismo y civismo ―para no explayarme―, continuamos en la Edad Media, pero para recibir diciembre nos adelantamos uno, dos y hasta tres meses. No exagero, desde septiembre empieza la programación navideña en las emisoras populares, los centros comerciales abren la temporada decembrina, las vitrinas de los almacenes se llenan de luces de colores y de papás noeles de diferentes tamaños, formas y sexos. Yo logro comprender por qué lo hacen los comerciantes, nada mejor que tener la mejor temporada del año tantos meses, lo que no me explico es por qué los medios de comunicación se sienten en diciembre sin haber pasado amor y amistad ni la noche de brujas ―¿cuál de las tres más pendeja?―.

Y no es que sea un amargado que no disfruta de las buenas intenciones, ¡no!, por el contrario, me encanta que Rodolfo Aicardi y Octavio Mesa suenen más de treinta y un días al año, si fuera por mí, comería natilla y buñuelo todos los días; si estuviera en mis manos, me la pasaría de fiesta en fiesta comiendo marrano frito y tomando aguardiente gratis cada día de mi existencia ―así fuera extremadamente corta―. Lo que pasa es que me da pesar de tanto bobo que cree en todos los cuentos que escucha sin saber que a Papá Noel lo creó Coca-Cola y que al Niño Dios lo imaginó algún curita pedófilo ―si no es así,  que alguien me explique por qué lo hizo semidesnudo―, de tanto bobo que cae en esa trampa de los comerciantes y las emisoras, se la pasan en diciembre desde septiembre y en junio todavía están preguntándose de dónde fue que salieron tan endeudados, en serio, se los aseguro: para pasar bueno en diciembre no hace falta gastar plata, se los digo yo que llevo veintiún diciembres sin gastar un peso.

Yo ya me siento en diciembre sin querer queriendo, ya he comido natilla y buñuelo por lo menos cuatro veces después de julio, el aguardiente y los fritos han venido en aumento desde la mitad del año, y las fiestas cada día se vuelven más constantes, esperemos que la única demorada en hacer aparición sea la pólvora. Mi recomendación es esperar a diciembre, treinta y un días de excesos y descontrol son más que suficientes para cualquier cuerpo, no llenemos las calles de borrachos desde tan temprano, la sobriedad debería permanecer al menos hasta mediados de noviembre…eso pienso yo ―y alguna asociación de marranitos―.

¡Feliz Vanalidad para todos, les desea El Sujeto que cavila!

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El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.