Voy a suponer ―contra la
lógica, el sentido común, lo real, lo posible y lo creíble― que, efectivamente,
hay por lo menos un ser inmenso e invisible allá en algún lado que puede ver y
saber lo que hago, dejo de hacer, pienso y dejo de pensar, que me juzga por mis
malas acciones, me premia por las buenas y que tiene una misión para mí en esta
vida ―y en las otras―. En el mercado dogmático actual hay decenas de opciones
para querer pertenecer, cada región en el mundo parece tener la propia, hay
iglesias en todos los idiomas y de todas las creencias…pero, ¿qué tiene que
estar pensando uno para elegir ser católico?, ¿por qué, habiendo opciones menos
peores, decidir pertenecer a una de las sectas más nocivas?
Yo comprendo que no es
sencillo saber que uno vive para nada, que es mejor inventarse un amigo
imaginario que le dé sentido al asunto; desde las primeras tribus ignorantes de
su entorno creaban seres, sé que es más fácil creer que habrá un juicio final
donde los malvados tendrán su merecido, que hay un segundo tiempo después de
los quince minutos reglamentarios de muerte donde se puede salir al campo a
darlo todo. El budismo también tiene cielo e infierno, el islamismo se basa
también en un libro de historietas, el judaísmo también adora a un solo
personaje, el espiritismo también relaciona el mundo tangible con algunos espejismos,
el zoroastrismo también habla de un profeta loco que vino a cambiar las cosas y
el hinduismo cree en la vida después de la muerte, ¿por qué demonios elegir el catolicismo?
Ni si quiera es divertido.
Los que creen en Alá por lo menos pretenden que van a resucitar rodeados por un
puñado de vírgenes ―no como las vírgenes del catolicismo― que los van a
complacer como hombres y como machos. Los que creen en Jah por lo menos pueden
sentir el placer del THC en sus cerebros. Los que en vez de Dios le llaman Yahveh
por lo menos bailan y disfrutan de sus ceremonias.
Ni siquiera es benéfico. Los
que creen en Buda por lo menos respetan la vida de los otros animales. Los que
creen en La Trimurti por lo menos tienen un dios para las artes, las ciencias y
la sabiduría. Los que creen en El Universo por lo menos creen en El Universo.
Los que creen en los tirthankaras por lo menos buscan un estado interior
superior.
Ni si quiera es respetuoso.
Los que creen en Buda nunca invadirían otra población para imponer su credo. Los
que creen en Jah nunca pensarían en la necesidad de un ejército. Los que creen
en Lao Tsé nunca moverían un dedo en contra de algún ser vivo. Los chamanes nunca
dañarían a su Pachamama.
Solía ser católico ―hace
varios años empecé a pensar― y cuando me di cuenta de las barbaridades que mis correligionarios
cometían y habían cometido tomé la decisión de dimitir, me expulsé de sus filas
y aunque ha pasado el tiempo todavía sigo sintiendo pena, y es que, ¿a quién no
le da pena saber que los enviados de Dios a La Tierra violan niños todos los
días?, ¿a quién no le da pena saber que El Vaticano es de los países más ricos
del mundo?, ¿a quién no le da pena saber que el perdón vale plata?, ¿no es una
pena tener que renunciar a los placeres? Pero no sienta pena si es católico,
todavía puede dejar de creer en boberías, nunca es tarde para dejar de creer,
nunca es tarde.