¿Dónde está la mata que mata?


Desde hace unos meses se viene escuchando una campaña de la Dirección Nacional de Estupefacientes donde muestran a la amapola, la mariguana y la coca, como plantas mortíferas. Originalmente una animación en técnica stop-motion, de donde se extrajo el audio y ahora es pasada por varias emisoras en el dial: la voz tierna de una pequeña que nos asegura que “si no traficas la mata que mata notarás un cambio; te verás diferente, con la frente más alta, las manos más limpias, la mirada más recta… se espantará el miedo, regresará a casa la dicha, se apagarán las noches en vela. La coca, la amapola y la marihuana, matan”. Al principio me causaba mucha gracia escuchar a la niña diciendo esas cosas, después ya no era tan gracioso, se fue convirtiendo en una pequeña rabiecita y ahora me desespera. Un gran desacierto por parte de la Dirección Nacional de Estupefacientes pues apelar a la ternura no es una estrategia correcta a la hora de hablar de temas de salud, y menos utilizando un infante, pues si alguno me dice que hay una mata que mata, lo escucho con la misma seriedad que si me dijera que hay un monstruo en el armario.

En general, el problema radica en las políticas de Estado, cuando apelando a estrategias propagandísticas quieren deseducar y alienar a la masa, con información totalmente falsa o al menos muy parcializada. La clave no está en hacer campañas destructivas que se opongan al consumo, lo que sirve en estos casos, es implementar, igualmente, campañas pero educando frente al abuso del consumo… ¡O si no, que lo digan Holanda o Portugal!
La cuña tuvo éxito sólo por una cosa: el slogan; corto, sonoro y, a primera vista, contundente, pero con esta campaña de “La mata que mata” lo único que han hecho es desinformar a la gente, dañar el nombre de tres plantas y, cómo no, causar la irritación de gente que como yo, evita dejarse meter los dedos a la boca. Igual, el consumo no veo que disminuya, menos la plantación y, menos aún, el tráfico.

¡Ni la amapola, ni la coca, ni la marihuana, matan! Y lo digo por experiencia propia, al menos con el cannabis, pues tuve la oportunidad de convivir con unas cuantas plantas por unos meses y acá estoy sentado contando el cuento. Y hasta hoy no recuerdo haber leído algún titular con “Muerto estudiante por ataque de un grupo matas de amapola y de coca”. Al contrario, muchas civilizaciones, culturas, tribus, desde antiguas hasta contemporáneas, han cultivado las tres plantas para conservar sus rituales e incluso para crecer comercial y culturalmente. Como ejemplo de lo que digo y en contraposición a la campaña que tanto me irrita, me veo en la obligación de salir en defensa de una de las plantas, cannabis sativa, que, inocente, como no puede matar, tampoco puede defenderse.

Desde el año 8000 a.C. se tiene registro de plantaciones de cannabis, según estudios arqueológicos (History of the World, Columbia University). Se considera como la primera planta que el ser humano cultivó, y se usaba para el consumo lúdico y para elaborar tejidos, probablemente. En el 100 a.C. los chinos fabrican el primer papel con fibras de cannabis. En el 1776, se redacta La Declaración de Independencia Americana en papel de cannabis, además varios de sus redactores eran reconocidos consumidores de esta planta. En 1791 el Presidente Washington fomenta la producción doméstica de cannabis y Jefferson la considera una necesidad, anima a los granjeros estadounidenses a cultivarla. En 1870 ya se le consideraba oficialmente terapia para varias enfermedades. En 1910 William Randolph Hearst, magnate y dueño de un periódico, lanza campañas donde muestra a negros y mexicanos bestializados bajo el efecto de la marihuana, todo con fines económicos. En 1943, en plena guerra, Alemania y Estados Unidos piden a sus granjeros que planten cannabis y ayuden a la guerra, del suceso se conoce un famoso video, “Hemp for victory”, lanzado por el gobierno norteamericano donde se mencionan las ventajas del cannabis en su uso comercial. En diciembre de 1937 el Congreso de Estados Unidos aprobó la prohibición de la marihuana, y no tardó mucho el mundo en seguir esas políticas prohibicionistas. Gracias a intereses económicos y de poder, entonces, han prohibido, ilegalizado, penalizado y judicializado la producción, el comercio y el consumo de esta planta. Eso sí, el alcohol y el tabaco siguen generando ingresos y muertes, pero esos tienen licencia.

¿La planta de la locura?, ¿la mata que mata?, ¿la que genera esquizofrenia?, ¿la que bestializa a sus consumidores?, ¿la puerta de entrada a otras drogas?, ¿la que daña hogares?, ¿destruye sujetos y llena de criminales las calles?, ¿en serio?

Famosa por ser de los mejores analgésicos, abre el apetito, interviene en la digestión, combate el insomnio, calma la ansiedad –funciona mejor que la nicotina, y es menos dañina para el cuerpo–, contribuye al tratamiento de la depresión, tiene propiedades broncodilatadoras que sirven para los asmáticos y es la única sustancia conocida que sea efectiva aplacando el dolor que causa la quimioterapia. Eso en cuanto a su uso medicinal, en cuanto al lúdico, ni hablar: ¿cuántas canciones fueron inspiradas por la ganja?, ¿cuántos libros deben su razón de ser al cannabis?, ¿cuántos artistas la utilizan para producir sus obras?, ¿cuántos la usan para descansar después de una larga jornada laboral? En los 90’s, la organización estadounidense Natura dio a conocer los resultados de una investigación donde se confirma la existencia de unos receptores en el ser humano que sólo se activan con el cannabis (receptores cannabinoides), y si eso no es prueba suficiente de que la mariguana le sirve al ser humano, no sé qué otro argumento pueda dar.
En lo industrial, tiene muchas ventajas también. La semilla no requiere de un cuidado extremo para retoñar, con agua y luz suficientes, y un terreno medianamente fértil, la planta progresa. Crece en casi todos los climas, desde el más cálido al más frío (incluso hay una raza descubierta en el Himalaya, con alta potencia en TetraHidroCannabinol, componente psicoactivo de la planta), menos en los desiertos por la carencia de agua. Con la fibra del cáñamo, macho de la planta, se puede producir telas, maderas y hasta plásticos, con menores costos de producción y por ende, a menos precio al público. Además, Suramérica tiene unos climas propicios para el cannabis y el cáñamo (Colombia, Paraguay y Perú, por ejemplo, se destacan por la calidad de su producto), y de ser legal, se podría reactivar el agro y abrir un nuevo canal a la industria. Pero no.

Finalmente los que deciden qué es bueno y qué es malo, son ellos, los que mandan. Y no basta con que yo diga que la mariguana no mate, no basta con que los estudios demuestren sus beneficios, ellos van a tener la razón. Entonces, si la mariguana mata, ¡matame, mata, matame!

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El Sujeto

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Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.