¡Oh, no!, ¡mástico!


¿Queda claro, entonces, eso de que un segundo que vivamos es un segundo que morimos?, bueno. Parto de lo anterior para desahogarme como acostumbro, con letras: estoy sumamente angustiado, esta última semana ha sido muy difícil por culpa de mi carácter, mi ánimo está detestable…es porque se acerca la fecha de mi aniversario; estoy próximo a acumular más de diez años de estar muerto. ¡Eso es mucha muerte junta, carajo! No me cabe en la cabeza cómo es que, después de venirme muriendo tantos años, siga estando vivo. Se leerá paradójico estúpido y les parecerá banal mi preocupación, pero es lo que me tiene así, puedo asegurarlo. Hace unos años perdí la emoción que sentía cuando se llegaba la fecha de mi onomástico, ya no soy capaz de hacerme a la idea. Lo raro para mí es que veo que a todos mis conocidos les encanta cumplir años, tienen preparada la cuenta regresiva desde meses antes y se la pasan pregonando por doquier la fecha anhelada. Pero, ¡por un dios!, ¿cómo pueden ser tan masoquistas de celebrar, año a año, el día en que se empezaron a morir? En fin, cada loco con su tema, y yo no me meto en los gustos raros de los demás.

¿Y qué es eso que me molesta tanto de cumplir años?, simple: casi todo, menos celebrar: voy por partes. Lo primero es que prefiero que no me feliciten a que lo hagan por compromiso, y desafortunadamente, la red es propicia para eso que odio. Luego, el mogote de llamadas y de mensajes deseándome un excelente día y recordándome que no importa que yo cada año esté menos vivo, ellos están felices, y celebran, incluso (eso de celebrar es lo que menos me molesta de los cumpleaños, y de hecho, me atrevería a decir que yo sigo cumpliendo años porque me encanta celebrarlo). Pero bueno, no puedo ser desagradecido, yo no creo que lo hagan con mala intención, de verdad, sólo que las costumbres son muy difíciles de entender a veces… No los culpo, y les agradezco, siempre. Lo que más me fastidia son los regalos, creo que esos momentos son de los más incómodos que puedan llegar a pasarle a uno como Sujeto. ¿Quiénes se creen para pensar que pueden atinarle a mis gustos?, ¿quién soy yo para atreverme a indagar sobre tallas de ropa o gustos de comida? Es realmente incómodo recibir un obsequio que, simplemente, no es obsequiable ―y menos recibible― pero que por cordialidad, hay que agradecer; por otro lado, es peor de desagradable tener que acabar las neuronas (que se pueden matar de otras maneras más apetecibles) pensando en algún objeto, de cualesquier calaña, para no llegar con las manos vacías. ¡No, no hay derecho a tanta falsedad! Trato de evitar esas incomodidades y por eso no es mi costumbre llegar con regalo al o a la homenajeada.

Ya leyeron, no todo es malo. Llega el momento de la celebración, cuando ya se ha realizado el debido protocolo con cada asistente al agasajo, palabras sutiles de muchos, los regalos están donde deberían: guardados, los visitantes no deseados se han ido, hay tragos empezando a rodar de mano en mano y empieza a olvidársele a uno que se está muriendo; aunque, claro, no falta el borrachín imprudente que ofrece un brindis por el moribundo…luego otro, y otro. El mejor momento de esas fechas es cuando el licor ha venido influyendo fuertemente en nuestro actuar y nos parece tan fácil hacer cualquier cosa, como no hacerla. Ahí se convierten en fechas memorables, de comentarios hilarantes, botellas vaciándose, colillas de cosas en el piso, risas, abrazos…¡claro!, ¡media noche!, ¡ya no es el cumpleaños!, ya pasó lo difícil, ahora sí, a celebrar. Ése momento, no otro, es el que debería ser importante, pero ahí es donde vienen los problemas, porque generalmente son esos los instantes que uno, veinticuatro o cuarenta y ocho horas después, no tiene del todo claros. Es más, ese lapsus, en mi caso, siempre me ha tocado preguntarlo al otro día.

Ayer visité a mi sicólogo y me intentó ayudar a superar este mal rato que ando pasando. Entre otras cosas, me dijo que hiciera caso omiso a eso de que me estuviera muriendo, pero después de un rato resolvió, mejor, llamar a Seguridad y enviarme de urgencia, en ambulancia y todo, al siquiatra. Antes de que me dispararan el dardo tranquilizador, alcancé a pedirle al profesional que me dijera cómo podría aliviar tanta angustia, y, como era de suponerse, me recetó droga. Así que, ya saben, espero verlos en la celebración de mi aniversario…ojalá que con algo que me ayude a curarme del todo.

1 comentario:

Eliana Orrego Mejía dijo...

Psicólogo y psiquiatra es con P, me gusto mucho, aunque el final le falto algo...
Y por cierto, no te ví mucha cara de enojado cuando te regalé la media de guaro en uno de tus cumples jejeje..
Tqm gordo, estás creciendo de una manera impresionante!

El Sujeto

Mi foto
Hace más de veinte años nací, vengo creciendo, lucho por reproducirme y todavía no he sabido que me haya muerto.